El reto más grande de un comunicador es lograr que el receptor entienda el mensaje, se identifique con él y genere una respuesta.
Para ello el mensaje tiene que ser claro, conciso y preciso; pero al mismo tiempo debe tener elementos con los que el receptor se pueda identificar y empatizar.
Una de las herramientas más eficaces que he usado a lo largo de mi carrera en los más de 25 años de periodista es el testimonio de los entrevistados. Contar la historia de una persona o dejar que ella misma cuente su historia relacionada a un tema, tiene un valor inigualable.
Es la forma más directa para llegar al corazón del receptor.
Ya sea desde el púlpito o desde un medio de comunicación, las historias o ejemplos ilustrativos son las que darán vida al tema.
Un sermón o nota periodística sin un rostro o voz real pierde la fuerza.
Jesús era experto en la materia. Comunicaba mensajes complejos a través de historias sencillas, generando reacciones y cambios en las personas. Cuando quiso hablar de que “Dios es un padre amoroso que nos ama pese a nuestras rebeliones” usó la Parábola del Hijo Pródigo. Un mensaje tan poderoso que miles de años después tiene un efecto directo en nosotros. ¡Cuántos no nos hemos identificado con el hijo pródigo y experimentado el amor del Padre sin condición! Hay una fuerza única en la historia; pero ésta tiene que ser bien contada, hilando testimonio con hechos. ¿Cómo así?
Antes de comunicar debemos estar bien claros en el hecho o hechos que se quiere transmitir y partir desde allí.
En la parábola el hecho es que “Dios es un padre amoroso que nos ama pese a nuestras rebeliones”.
Jesús no empieza su mensaje afirmando tal cosa, sino que inicia con una historia: “Un hombre tenía dos hijos;
12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes…”
Desde el principio de la historia Jesús capta la atención de la audiencia (judíos) y genera una reacción ante tanta osadía. ¡El hijo “menor” pidiendo la herencia “en vida” a su padre!, un hecho que iba contra toda costumbre de la época.
Cuando escribo una nota periodística lo primero que hago es seleccionar el tema y escojo el hecho principal sobre el cual va a girar el artículo.
En el caso de “Violencia Doméstica”, escojo el ángulo específico “romper con el ciclo de abuso es más difícil entre las víctimas inmigrantes por varias razones”.
Después de documentarme busco un testimonio: una persona que haya pasado por esa situación.
Inicio el artículo: “María se había escondido debajo de la cama. Lo había escuchado entrar rompiendo cosas y buscando desesperadamente algo entre los utensilios de la cocina.
Aguantando la respiración y con el corazón palpitando aceleradamente, se dijo así misma. “¿Será un cuchillo? ¿Y si está vez no son puñetes los que me dé sino unas puñaladas?”, se angustió.
En ese instante, el temor por su vida y el hecho de no volver a ver a su pequeño que quedó en El Salvador, pudo más que el miedo a ser deportada o la amenaza del esposo de quitarle la custodia de su hijo.
“Llamé al 911, pero mi esposo me escuchó hablar. Me sacó debajo de la cama arrastrándome y me golpeó hasta que perdí la conciencia. Cuando desperté, estaba en el hospital con golpes y heridas de puñal”, dijo.
Hoy, María ya está divorciada; su ex esposo está en la cárcel y está esperando su green card que obtuvo a través de la Visa U, una visa especial para víctimas de crímenes. Pronto podrá traer a su hijo a través de una vía legal.
Con el relato se trató varios hechos:
- No era la primera vez que el hombre la golpeaba.
- María no denunciaba el abuso porque no tenía documentos migratorios y temía que la deportaran.
- El agresor la amenazaba con quitarle la custodia de su hijo, un hecho infundado.
- Buscar ayuda es lo mejor.
- A través de denunciar el abuso, pudo arreglar su situación migratoria.
Supe de María a través de la organización “Mil Mujeres”, que trabaja en contra de la violencia doméstica en Washington, DC.
A los días de salir la nota, los directivos de la organización me dijeron que recibieron muchas llamadas pidiendo ayuda de mujeres que leyeron mi artículo. ¡Fue una bendición!
Siempre lo digo, nuestras Iglesias albergan una riqueza de historias que se deben dar a conocer. Pongamos manos a la obra y demos voz y rostro a tantos hechos buenos y malos que debemos contar.